sábado, 21 de noviembre de 2015

VIDAS PLENAS

La sucesiva partida hacia el cielo de gente querida en este mes de noviembre, (y aunque algunas no las haya podido conocer personalmente), ha precipitado que tenga que explicar a mi hijo el tema de la muerte que para mí se torna delicado, cuando en el trasfondo de todas las preguntas aparece como protagonista su hermano Guillermo, y que hasta ahora evitaba tener que comentar.
Algún día, me decía a mi misma, se lo tendré que explicar, pensando que aún quedaba mucho para ello.

Tenemos la certeza (así lo dice la Iglesia) de que los niños sin uso de razón (Guillermo) y los santos están en el cielo le dije, los demás tenemos que ganarnos el cielo día a día aquí en la tierra.

También sabemos que el cuerpo tiene un alma, que el cuerpo se queda y el alma es la que fluye y continua su caminar hasta llegar al cielo.

Para un cristiano, la vida se cambia pero no se pierde, y aunque Dios no avisa, hemos de creer que lo que nos pasa  y cuanto nos pasa es para bien.

Es humano no querer que nadie se vaya y el sentimiento de dolor, la pena, invade el corazón cuando ello sucede , pero dentro de esa pena, los cristianos tenemos una esperanza puesta en el cielo ya que sabemos que el alma vivirá para siempre.

Nuestra vida comienza por un acto de amor de Dios entre dos personas en el que no intervenimos. No somos nosotros los que elegimos donde ni cuando nacer.

A diferencia del nacimiento, el  momento final de nuestra vida, es un acto personal, que tenemos que hacer cada uno individualmente y por eso hay que prepararse, para que cuando llegue estemos en paz con Dios, con nosotros mismos y con los demás.

Cierto es que tenemos toda la vida para prepararnos pero lo vemos tan lejano que vamos dejando pasar los días, y aunque nos preparamos y ponemos mucho empeño para las cosas que nos interesan, el cuidado de nuestro corazón queda relegado a un segundo plano.

Que bueno sería poder decir cuando llegue el momento, que nuestra vida ha sido plena y grata a Dios, y poder decir de cada uno que pasó la vida haciendo el bien.

Plena porque en el aspecto profesional, ya sea siendo ama de casa o presidente del gobierno, obró teniendo a Dios como ejemplo, según sus circunstancias y las de los que le rodeaban.

Plena porque en el aspecto personal fue forjando su camino gracias a las personas que Dios puso a su lado y que contribuyeron a que creciera como persona.

Que bueno sería tener el convencimiento de que gracias a toda esa gente que uno conoce a lo largo de la vida, nos ha servido para ser mejor, y que bueno sería saber que tu entorno más próximo se preocupa por ti, reza por ti, cada uno según su forma y manera de ser.

En alguna ocasión anterior lo he comentado, y ahora lo repito debido a que me doy cuenta con más frecuencia de la suerte que tenemos los cristianos en este aspecto, ya que como Iglesia y Comunidad nos preocupamos de rezar los unos por los otros, en lo que se llama la Comunión de los Santos.

Comunión de los Santos quiere decir unión común con Jesucristo de todos los santos del cielo, de las almas del purgatorio y de los fieles que aún peregrinamos en la tierra.

Es la unión de todos los santos con la Cabeza de la Iglesia, que es Jesucristo, y de todos los santos entre sí. Los del cielo interceden por los demás; los de la tierra honran a los del cielo y se encomiendan a su intercesión, también oran y ofrecen sufragios por los difuntos del purgatorio, y estos también interceden a favor nuestro.
Cuando ya no se puede hacer nada, o cuando aún poniendo todos los medios médicos, económicos y materiales necesarios, saber que otra persona se acuerda de ti, reza por ti, por tus familiares, aunque tú no se lo pidas da mucha serenidad.

Que bueno es saber que en el último momento de la vida hay alguien rezando por ti y que no hay distancias ni fronteras para la oración.

Yo no soy nadie para dar consejos, día a día tropiezo una y otra vez con los mismos defectos y debilidades, contra las que intento luchar, lo único que me mantiene a seguir y no rendirme es la fe en que el de ahí arriba nos perdona siempre y nos espera a todos con los brazos abiertos y yo quiero llegar, tengo que llegar.

Que bueno sería en esos últimos momentos volver la mirada a Dios y que el sentimiento que tuviera nuestra alma fuera de gratitud. Primero con Dios porque nos quiere tal y como somos, su misericordia va más allá de la justicia y sabemos que nos perdona siempre; en segundo lugar gratitud con los demás, que nos ayudan a ser mejores, a perdonar nuestras faltas y errores y por último con nosotros mismos al tener la paz y la serenidad de saber que hemos hecho las cosas bien.

A las personas que ya se han ido por las que hay que rezar, a los familiares para que sigan su caminar con esperanza y oración, y a todos nosotros, para que hagamos el propósito de preparar nuestro corazón.

Te quiero hasta el infinito y más allá Guillermo.